Tratamiento del cáncer de próstata

El cáncer de próstata es el causante de numerosas muertes en todo el orbe, casi por delante de las enfermedades cardiovasculares o del corazón.

De hecho, en Estados Unidos es el cáncer más común, después de la piel y la segunda causa de muerte, siguiéndole los pasos al cáncer de pulmón. Por ejemplo, en el año 2003 se diagnosticaron 220,900 pacientes y 28,000 fallecieron por esta causa.

Suele hacer su aparición a partir de los cuarenta años de forma casi siempre asintomática y en especial golpea a partir de los 65 años. Entre las personalidades con este mal se encuentran John Kerry, Colin Powell, Andrés García, Robert de Niro, Otto de la Rocha y muchos más.

Existe una cuestión cultural que obstaculiza su detección y es la tendencia a creer que las prospecciones en los órganos genitales masculinas no dejan de provocar cierto rechazo entre los hombres, digamos que no existe una práctica tan habitual como ocurre con las mujeres. Por otro lado, muchos varones sostienen que los tratamientos aplicados pueden afectar la capacidad viril para sostener relaciones sexuales, es decir, se teme a la disfunción eréctil postoperatoria y a la incontinencia urinaria, entre otras.

Los síntomas del cáncer prostático pueden ser muy silenciosos, al extremo de que el paciente detecta síntomas hasta que el tumor ha salido del lecho prostático y se ha diseminado (metástasis) por otros órganos. Por todo ello es imprescindible detectar una serie de síntomas desde su primera aparición como dolor continuo en la parte baja de la espalda, pelvis y muslos o manifestar dificultades para orinar consistentes en ardor, molestias de cualquier tipo y hasta dolor. Puede haber eyaculación dolorosa y las orinas en ocasiones son rojizas (hematuria) por mancharse con sangre. El origen de este tumor maligno es desconocido. Otros factores que incrementan la actividad tumoral son la obesidad y las dietas grasosas.

A partir de los 40 años de edad comienzan los chequeos anuales y en nuestra cultura occidental, lo cierto es que los 40 años se relacionan con la creencia de que simboliza un ciclo de vida. Por ello, la prevención es el arma más eficaz para luchar contra esta enfermedad. La tarea del médico internista es siempre agudizar su olfato clínico para realizar el diagnóstico precoz.